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6 de mayo de 2009

2da Parte Primer Matrimonio gay en España


IDENTIDAD FALSA

Elisa era ya Mario, el nombre que escogió para falsificar su identidad. Cambió la melena, las faldas, los refajos y los corsés por una apariencia distinta con pelo corto, traje y ademanes masculinos. También se buscó una personalidad y un pasado tomando como referencia a un supuesto primo suyo fallecido en un naufragio.

Su imaginación trasladó su infancia a Londres y transformó en ateo a su padre. La excusa perfecta para convencer al incauto padre Cortiella, párroco de la igleia de San Jorge de A Coruña, de que lo bautizase. El 26 de mayo de 1901 pasó por la pila bautismal y, además, recibió la primera comunión. Quedó lista para pasar en unos días por el altar.

Para entonces ya se había ganado la confianza del cura, que no vio nada extraño en su voluntad de contraer matrimonio con la señorita Marcela, hija de un capitán del Ejército y maestra de 29 años, tres menos que su prometido, Mario. Desde Dumbría se enviaron las preceptivas amonestaciones religiosas y la boda se celebró el sábado 8 de junio de 1901 con madrugón -a las siete de la mañana- en la iglesia de San Jorge. Miguel Hermida y Ricarda Fuentes, viuda del comandante Sánchez, que ignoraban la condición femenina del cónyuge, ejercieron de padrinos. Hubo además dos testigos.

Como cualquier matrimonio que se precie, Marcela y Mario tuvieron su noche de bodas. La pensión Corcubión, en la céntrica calle de San Andrés, fue el escenario de su pasión.

«Me engañó diciéndome que iba a casarse porque había dejado encinta a la joven con la que convivía», se lamentaba el padrino en las páginas del diario La Voz de Galicia cuando días después se descubrió que se había celebrado, como tituló el periódico coruñés, «un matrimonio sin hombre». La noticia se propagó a las primeras páginas de la prensa gallega y madrileña.

«Su ausencia y su silencio dieron facilidades para el mal. Pudo impedirlo perfectamente», publicó La Voz el 22 de junio de 1901 sobre la actitud permisiva de la madre de Marcela, que, supuestamente, estaba enterada de todo.

Otros testimonios recogidos en periódicos de los días siguientes revelan la expectación que desató el hallazgo de que Mario era en realidad una señorita, Elisa. «Buena responsabilidad se han echado sobre sí. Nunca será bastante para el escarmiento de actos que alarman a la sociedad quebrantando sus más fundamentales principios», exponía con tono doctrinal el jurista Ramón Vilas.

Sellier, el fotógrafo que retrató a la pareja, hacía alarde de un comportamiento señorial y se mostraba poco partidario de ejercer de vendedor de exclusivas, pese a las numerosas solicitudes de curiosos para ver la imagen de los contrayentes. «No tendrá nadie el retrato como no me lo roben. Y para evitarlo ya tengo tomadas mis medidas», explicaba.

Con el regreso a Dumbría, la publicación de la noticia y el reconocimiento de Marcela de que «Elisa y Mario son una misma persona, pero que tiene más de hombre que de mujer» aumentó el escándalo y desató el calvario para las dos mujeres casadas. Negativas de empleo para Elisa-Mario, cencerradas contra su relación, burlas y menosprecios a su condición sexual les obligaron a poner pies en polvorosa. Vigo y Oporto, donde fueron localizadas, ya que estaban bajo orden de busca y captura, fueron otros lugares de paso. Su pista se pierde en un barco con destino a América, probablemente rumbo a Argentina.

HISTORIA OLVIDADA
En Dumbría, un ayuntamiento de unos 5.000 habitantes a algo menos de 100 kilómetros de la capital provincial, pocos recuerdan haber oído la historia de las lesbianas.
Los escasos testimonios que tienen alguna noción del asunto son con referencias lejanas y más como un comentario pasajero escuchado hace años a sus padres o abuelos. Otros vecinos, si la escucharon, es como si la hubiesen olvidado.
Caras de asterisco, gestos de asombro y arqueo de cejas son los síntomas cuando se les menta el matrimonio entre Marcela y Elisa, que no les inspira ni el más mínimo interés.

Sólo una persona se enfrentó con curiosidad a desentrañar el pasado de la insólita pareja. Se trata de Ramón José Romero, párroco de Dumbría. «Yo sabía desde hace años que había una pareja de mujeres que se había casado en A Coruña, aunque desconocía que fueran residentes de Dumbría».
Cuando se enteró de que Marcela y Elisa habían estado en el pueblo recurrió a los vecinos y feligreses más veteranos para indagar en la historia y obtener más datos.
«Los que tienen algún recuerdo es por alguna conversación familiar.Pero no son capaces de precisar nada más de lo que ya sabemos.Sólo te dicen que fueron maestras aquí y que durante tiempo se habló del revuelo que se había organizado cuando volvieron a Dumbría después de haberse casado», comenta.
También el padre Romero revisó el registro de la parroquia en busca de documentación o correspondencia que pudiera arrojar algo de luz a las sombras que presenta la relación entre Marcela y Elisa.

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